Es preferible que el número de muchachos que compongan una Tropa no pase de treinta y dos.
Sugiero esta cifra porque al adiestrarlos he descubierto que dieciséis es el mayor número de
muchachos que he podido dirigir con éxito, en la empresa de hacer que revelen y afirmen su
carácter. Concedo a otros mentores doble capacidad que la mía, y de ahí que duplique el número haciéndolo llegar a treinta y dos.
He oído a algunos decir que han tenido a su
cargo buenas tropas compuestas de sesenta y hasta de cien muchachos; y sus jefes me refieren que han resultado ser tan buenas
como los grupos menos numerosos. Me he "admirado" de eso (pero admiración en el
sentido literal significa "sorpresa") y no les he creído.
Me preguntan que ¿para qué preocuparse por el
adiestramiento individual? Pues porque creo que es la única manera de educar. Se puede instruir a un gran número de muchachos,
hasta un millar a la vez, con sólo poseer una voz estentórea y un método agradable de
disciplina. Pero eso no es adiestramiento y mucho menos educación.
La educación es lo que cuenta en el desarrollo
del carácter y en la formación de hombres. Cuando se infunde en el individuo el incentivo
de la propia perfección, hace brotar en él sus energías latentes, en la esfera que más acomode a su temperamento y
habilidades.
No se obtiene el más pequeño resultado
enseñando la Ley Scout o imponiéndola como órdenes a un crecido grupo de muchachos. Cada mente requiere una exposición especial de
sus principios y el estimulo de ambición para aceptarlos.
Ahí es donde se revela la personalidad y
habilidad del Jefe de Tropa.
En vista de ello consideremos unas pocas cualidades morales y mentales que contribuyen a formar
el carácter; y después veamos la forma en que el Jefe de Tropa puede conseguir que el muchacho
las desarrolle por si mismo mediante la práctica del Escultismo.
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