¡Y después! ¡Y después! ¡Y tantos después! Para que el niño acepte el jardín de niños, luego la
escuela primaria, y al fin se suelte al liceo, a la escuela superior y a la vida, adolescencia y
juventud, etapas en que se intentan aún ciertos rescates posibles, para conseguir mejor destino a
las cosas que no vinieron bien encaminadas desde sus remotos comienzos.
La adolescencia con todas sus características y sus cualidades, es fragua y crisol en que la figura
del nuevo ser va tomando los perfiles propios de su futura forma, y cuando ella ha logrado su
objetivo, se supone que debe quedar un hombre apto para la vida como adulto, en una sociedad de
adultos.
Pero ¡que cosa más difícil! encontrar que lo que hay es una sociedad de niños malcriados, con
rostros y cuerpos de adultos jugando a tales. No cabe desarrollar este tema, que no es el objeto de
este trabajo, pero baste que a sus fines y propósitos, se me permita dejar la afirmación hecha, que
como hecho real deba hacernos reflexionar.
Terminadas todas esas primeras fases, que el individuo debe cumplir y esperar que en él se
cumplan, es cuando puede entrar como apto constituyente de un nuevo cuerpo social.
Es en ese cuerpo social donde el individuo podrá continuar ya como adulto, las etapas ulteriores
que faltan de su desarrollo, en el proceso de transformarse en persona. Y es llegado allí, desde su
ser como persona, que podrá abrirse a las experiencias más sublimes del ser humano.
Una persona es tal, tanto cuanto se ha abierto a otros, tanto cuanto es capaz de vivir estableciendo
vínculos estables con otros.
Es la vida un fenómeno de vínculo. ¡Se da por un vínculo, se mantiene en un vínculo y trasciende y
se reproduce por un vínculo!
Es de un vínculo también que el individuo obtiene la energía para su crecimiento. Es en un vínculo
que el individuo consigue el equilibrio emocional para la expresión plena de sus manifestaciones
trascendentes.
Si el individuo no ha logrado la capacidad de vincularse en forma adulta, no ha logrado una etapa
fundamental en su maduración.
¿Y qué es esto de vínculo como adulto? Uno que no es como el del niño, signado por la
dependencia, sino que es capaz de un aporte al trabajo y la acción creadora.
Un vínculo que al
darse, en distintos niveles, expresa la actividad creadora.
¡Madurez hay en un vínculo si hay posibilidad de relación paritaria con la otra persona con la cual el
vínculo se cierra!
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