La mano del hombre, es pues un órgano que lo define tan bien como podría hacerlo un otro
cualquiera, con la mayor atención elegido para ese objetivo.
Pero no se trata en nuestro caso solamente de la mano en su función perspectiva, recolectora de
datos e información; la mano también es órgano de la expresión; sea en gesto y mímica de
significados, o a la producción de signos y símbolos, en la palabra escrita.
Y podríamos decir más aún, la mano es órgano de la acción transformante y trascendente del
hombre, instrumento para lograr la idea hecha realización plástica, o hechos visibles que hacen
historia.
El lenguaje de la mano es significativo. No sólo en cuanto a la expresión mímica y del gesto, sino
en cuanto instrumento que realiza la obra. ¡Toda la cultura creada por el hombre se ha hecho por
su mano! ¡Desde la edad de piedra hasta hoy, cuando contamos con la más avanzada tecnología,
la mano es el órgano creador por excelencia, tanto si no más que la palabra!
Por si todo lo dicho no fuera suficiente, la mano es también instrumento de relación con el mundo,
para rechazarlo o recibirlo, para trascender en él poniéndonos en la obra salida de la mano, en ese
mundo externo con el cual el hombre se relaciona, en el cual está y del cual depende, en
interacción constante.
Nuestra escuela clásica se orientó por siglos, al entrenamiento de los niños, para enseñar el
lenguaje oral y escrito y otros conocimientos. Recién hace unos años apenas, descubrió el valor
que tiene para el desarrollo del hombre, poner en un momento de su vida la mano en el barro, en
la arena, en la madera, en el instrumento, con el cual él por la materia expresa su impulso creador
y se conquista una técnica.
Así se trabajó la madera y el metal, la piedra y el barro, y la materia se enalteció con la hulla del
espíritu, en la forma que en la materia se define.
Así se transforma la primitivez de lo informe con
la magnificencia en la creación plástica hija del espíritu.
Si el niño necesita seguridad por la conciencia de sí y de su cuerpo, en una fase siguiente y
felizmente entrelazada con las otras, necesita seguir ese avance por el descubrimiento de su mano,
órgano de encuentro, de expresión y de transformación creadora.
¡Las manos que no aprenden a crear destruyen! Si no aprenden a canalizar su
potencial hacia el proceso creador, estarán condenadas a destruir, sea con
intención o sea por ignorancia.
El Gran Juego vuelve una y otra vez al punto. El desarrollo de la destreza en la
habilidad manual se busca, mediante trabajos manuales útiles y aplicables a la
economía inmediata. Con ello se reforzará notablemente el sentimiento íntimo
de autoestima y valoración de sí.
Con ello el niño ganará confianza e independencia para animarse a enfrentar
la vida por sí mismo y se ayudará a disolver la natural dependencia de los seres que
insistentemente debieron darle seguridad y protección.
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