Desde que toma conciencia de sí mismo el ser
humano busca respuestas sobre el origen, naturaleza y
destino de su vida: ¿De donde vengo? ¿Qué es el
hombre? ¿Adonde voy?
Una cultura o una época se preguntan en forma
diferente que otras, el hombre que trata de vivir
ajustado a su conciencia se interroga de otro modo que
quien no oye su voz; la mujer que sufre dolor pregunta
de otra manera que la mujer sana; el creyente plantea
la cuestión distinto que el incrédulo; el estudiante que
el obrero; pero siempre se trata del mismo enigma que
pide solución.
La pregunta no se acalla con la madurez ni decae
en la vejez, pero embarga con vehemencia entre los 12
y 20 anos, cuando al joven le parece como si por
primera vez se viera a sí mismo y al mundo,
maravilloso y terrible.
Tan grande y tan honda, no es sólo una reflexión
para los momentos de calma, sino todo lo que
hacemos es un requerimiento urgente a la existencia,
dulce y poderoso, pidiéndole que nos revele su sentido.
Así como no podemos separar a la persona en
componentes emocionales, mentales, físicos o
sociales, tampoco podemos arrancar de la vida
humana su vocación hacia lo trascendente, la
admiración ante el misterio, la búsqueda de Dios.
Lo espiritual comprende la relación del hombre y
del mundo con Dios y la manera en que Dios se hace
presente en la existencia cotidiana, por lo cual el
desarrollo espiritual es la tarea de establecer vínculos
personales, íntimos y recíprocos con Dios, asumiendo
el anuncio e integrándolo a la vida, cambiando el
corazón y la conducta. Por eso en la aventura scout la
fe se integra de un modo natural. Está en todo lo que
los jóvenes proponen y realizan y no solo en los
momentos de recogimiento y celebración.
Y este llamado de consecuencia e integración no
termina ahí.
El Movimiento le pide a cada joven que se
haga cargo una y otra vez de lo que su fe responde a
las interrogantes de la existencia.
Le pide que pase de una fe recibida, infantil, a
una fe personal y asumida, adulta. Que salte de la
religión cultural, casi social, dominical, a la fe de las
obras, fe viva, fe de todos los días. Que desarrolle su
sensibilidad religiosa, descubriendo a Dios en los
otros, en los que sufren, en las cosas creadas, en el
hombre, en la historia. Que se integre
responsablemente al proyecto de su propia comunidad
creyente. Que no se encierre en la defensa de su fe y
se abra a la tolerancia, el interés, la comprensión y el
diálogo interconfesional. Que con alegría sepa dar
razón y testimonio de la propia Iglesia. Que traspase la
fe como dependencia tranquilizante para llegar a una fe
de transformante autonomía.
El dirigente adulto, presente y participante en
este proceso, con su palabra y su entusiasmante
testimonio, revela, refuerza y apoya la búsqueda y el
descubrimiento de estas opciones.
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