Los objetivos intermedios contienen distintos tipos de
conducta. Algunos de ellos proponen el aprendizaje de un
determinado contenido (saber), otros el logro de una actitud
(saber ser) y otros motivan una acción específica (saber hacer).
Pongamos un ejemplo en que se perciben con claridad estos
tres tipos de conducta.
En el área corporalidad, columna
adolescencia, segunda línea, el primer objetivo propone un
conocimiento: Comprende las diferencias físicas y psicológicas
en el desarrollo del hombre y de la mujer.
En la misma casilla,
un poco más abajo, nos encontramos con un objetivo que
plantea una actitud:
Acepta su imagen corporal. Y en la misma
columna, tercera línea, se propone una acción específica: Asume
tareas permanentes en la mantención del orden y limpieza de su
hogar.
Si bien los ejemplos del párrafo anterior no se refieren todos
a una misma situación, ellos sin/en para ilustrar la diferencia
entre estos tres tipos de conducta. La necesaria coherencia e
integración que debe existir en el desarrollo de la persona entre
conocimiento, pensamiento y acción, motiva que toda la malla
esté continuamente matizada de estos tres tipos de objetivos.
Como no siempre es posible aislar estas conductas entre sí,
muchos objetivos presentan una combinación de dos de ellas e
incluso de las tres.
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