El fumar y el daño que causa al adolescente; el juego de azar, con todo el séquito de jaranas que
lo acompaña; los perjuicios del alcohol y de pasar el tiempo con muchachas; falta de aseo, etc...
Todo esto sólo puede ser corregido por el Jefe de Tropa que conoce el ambiente a que están
acostumbrados sus mozalbetes.
No se puede corregirlo echando mano a prohibiciones y castigos, sino substituyendo esos defectos
con algo que sea por lo menos igualmente entretenido, pero cuyos efectos sean buenos.
El delito juvenil no es por naturaleza inato en el muchacho, sino que brota del espíritu aventurero
que le es inherente, de su propia torpeza, o de su falta de disciplina, según la idiosincrasia del
individuo.
El mentir natural es otro de los defectos que abundan entre los muchachos, y, por desgracia, una
enfermedad extendida por todo el mundo. Se encuentra en las tribus salvajes, particularmente,
tanto como en los países civilizados. Decir la verdad, con la correspondiente exaltación de un
hombre a la categoría de autoridad fidedigna, realza su carácter y el prestigio de su patria.
Por
tanto, nos incumbe hacer todo lo que podamos para que los muchachos realcen el timbre del honor
y sean veraces entre sí.
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