El antídoto más eficaz contra el ambiente perjudicial es naturalmente el cambio de éste por uno
benéfico, y la mejor manera de efectuarlo es recurriendo al local de Tropa y al campamento de
scouts. Cuando digo local, no quiero significar un ejercicio semanal de media hora en un salón de
clase que se haya dispuesto para ese objeto, -cosa de que parece se valen a menudo los que
tratan con muchachos- sino un lugar que los mozalbetes puedan considerar como verdaderamente
de su propiedad, sea ese local un sótano o un desván; algún lugar al que puedan acudir todas las
noches, si fuere necesario, y encontrar en él trabajo de su agrado y diversión, abundante variedad
de actividades y una atmósfera brillante y feliz. Con sólo conseguir esto, el Jefe de Tropa habrá
hecho una obra muy buena al proporcionar a sus muchachos el correcto ambiente, que para
algunos de ellos será el antídoto contra el veneno que de otro modo les iría emponzoñando la
mente y el carácter.
Luego, el campamento (el cual debe organizarse con tanta frecuencia como sea posible) es otro
antídoto aún más potente que el del local. La atmósfera limpia y refrescada por la brisa, sumada a
la del compañerismo y consorcio continuo bajo los toldos, en el campo y alrededor de la fogata,
hace que entre los muchachos se avive un entusiasmo edificante, y da al Jete de Tropa una
oportunidad, como ninguna otra, para ganarse la confianza y simpatía de los scouts.
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