Del ejemplo personal del Jefe de Tropa depende en gran medida su éxito en el adiestramiento del
muchacho. Es asunto fácil llegarse a convertir uno en héroe, asi como lo es el insinuarse como
hermano mayor del muchacho. A medida que el tiempo nos aleja de nuestros días juveniles, se nos
va olvidando la gran capacidad que posee la juventud para admirar a sus héroes.
El Jefe de Tropa, quien para sus muchachos es un héroe, tiene en sus manos una poderosa palanca
para su desarrollo; pero esto también le impone una seria responsabilidad. Los muchachos no
tardan en descubrirle alguna característica o rasgo, no importa cuán pequeño, provenga éste de
alguna virtud o de algún defecto. El afán de imitar innato en los muchachos inconscientemente
hace suyos sus gestos, los modales que muestre, su ceño, su felicidad radiante, o su mirada de
impaciencia; su voluntad para disciplinarse o flaquezas morales... No sólo se fija, sino que lo imita.
Por lo tanto, para lograr que cumplan en todo el espíritu de los cánones de la Ley Scout, es preciso
que el Jefe de Tropa la observe él mismo con escrupulosidad en todos los actos de su vida. De este
modo bastará apenas una palabra suya para que los muchachos acaten sus indicaciones.
La tarea del Jefe de Tropa se asemeja al juego de golf, a la siega y a la pesca con anzuelo. Si uno
se precipita, no llega a ninguna parte: ni siquiera hasta donde llegaría aún movido por impulso
apático... Pero es necesario actuar. De nada sirve permanecer inmóvil. La disyuntiva es: avanzar o
estancarse. Por consiguiente, avancemos.., y hagámoslo jovialmente.
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