El muchacho que
demuestra iniciativa es el que será elegido para recibir la distinción.
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En esta época se nota, como siempre se ha notado, un desperdicio lamentable de recursos
humanos. Esto se debe principalmente a los errores de adiestramiento. A la mayor parte de la
juventud no se le inspira el amor al trabajo. Aun cuando a los muchachos se les enseñan oficios o
métodos mercantiles, y se desarrollan en ellos las cualidades necesarias para el éxito en diversas
profesiones raramente se les muestra la forma en que pueden emplear su habilidad con el fin de
forjarse una carrera, ni se enciende en ellos la llama de las ambiciones nobles y elevadas. Por eso,
con demasiada frecuencia encontramos clavijas cuadradas en agujeros redondos.
Nadie sabe, con exactitud, en dónde se halla el error; pero es indiscutible que tal es la situación.
Consecuentemente, los muchachos que no tienen la disposición natural de orientarse quedan
abandonados al garete, y se convierten en disipadores o en rémoras de la sociedad. Llevan en sí
mismos su propia miseria. Se convierten en carga para el estado y muchas veces en peligros para
la paz y la tranquilidad de la nación. Además, muchos de los que, entre ellos, han logrado triunfar
en alguna forma, indudablemente habrían tenido más éxito si hubiesen disfrutado de una
educación más práctica.
Por medio del Escultismo, nosotros podemos hacer algo para remediar esos males. Podemos dar
unos cuantos pasos en la tarea de proporcionarle aún al más pobre mozalbete un rumbo y una
oportunidad en la vida, o por lo menos inspirarle alguna esperanza, y enseñarle algún oficio.
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