lunes, 13 de agosto de 2012

Espiritualidad

Desde que toma conciencia de sí mismo el ser humano busca respuestas sobre el origen, naturaleza y destino de su vida: ¿De donde vengo? ¿Qué es el hombre? ¿Adonde voy? 
Una cultura o una época se preguntan en forma diferente que otras, el hombre que trata de vivir ajustado a su conciencia se interroga de otro modo que quien no oye su voz; la mujer que sufre dolor pregunta de otra manera que la mujer sana; el creyente plantea la cuestión distinto que el incrédulo; el estudiante que el obrero; pero siempre se trata del mismo enigma que pide solución. 
La pregunta no se acalla con la madurez ni decae en la vejez, pero embarga con vehemencia entre los 12 y 20 anos, cuando al joven le parece como si por primera vez se viera a sí mismo y al mundo, maravilloso y terrible. Tan grande y tan honda, no es sólo una reflexión para los momentos de calma, sino todo lo que hacemos es un requerimiento urgente a la existencia, dulce y poderoso, pidiéndole que nos revele su sentido. Así como no podemos separar a la persona en componentes emocionales, mentales, físicos o sociales, tampoco podemos arrancar de la vida humana su vocación hacia lo trascendente, la admiración ante el misterio, la búsqueda de Dios. 
Lo espiritual comprende la relación del hombre y del mundo con Dios y la manera en que Dios se hace presente en la existencia cotidiana, por lo cual el desarrollo espiritual es la tarea de establecer vínculos personales, íntimos y recíprocos con Dios, asumiendo el anuncio e integrándolo a la vida, cambiando el corazón y la conducta. Por eso en la aventura scout la fe se integra de un modo natural. Está en todo lo que los jóvenes proponen y realizan y no solo en los momentos de recogimiento y celebración. Y este llamado de consecuencia e integración no termina ahí. 
El Movimiento le pide a cada joven que se haga cargo una y otra vez de lo que su fe responde a las interrogantes de la existencia. 
Le pide que pase de una fe recibida, infantil, a una fe personal y asumida, adulta. Que salte de la religión cultural, casi social, dominical, a la fe de las obras, fe viva, fe de todos los días. Que desarrolle su sensibilidad religiosa, descubriendo a Dios en los otros, en los que sufren, en las cosas creadas, en el hombre, en la historia. Que se integre responsablemente al proyecto de su propia comunidad creyente. Que no se encierre en la defensa de su fe y se abra a la tolerancia, el interés, la comprensión y el diálogo interconfesional. Que con alegría sepa dar razón y testimonio de la propia Iglesia. Que traspase la fe como dependencia tranquilizante para llegar a una fe de transformante autonomía. El dirigente adulto, presente y participante en este proceso, con su palabra y su entusiasmante testimonio, revela, refuerza y apoya la búsqueda y el descubrimiento de estas opciones.

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