viernes, 28 de noviembre de 2014

EL PLAN - VIII

Cuarto Punto: 
Capacitación para la participación en el grupo, y convivir en un vínculo que da seguridad, del cual surge la idea y acción que trasciende al individuo. El hombre. Alguien lo definió como un ser social, y también un gran filósofo, considerado como padre de la pedagogía moderna, señaló que era la misma sociedad que dañaba al hombre, obligándolo a aceptar acondicionamientos que lo privaban de su frescura o lozanía natural. En ésta radica la esencia de las mejores cosas que él podría ofrecer, entre otras su bondad, su ternura, su participación sincera y su inspiración creadora. Es también un hecho incuestionable, que una tarea a cumplir con todo sujeto en desarrollo, es ayudarlo a desprenderse del hogar de origen, para integrarse al fin a un grupo de iguales, con participación libre, activa y responsable. 
Varias son las etapas que debe recorrer el niño hasta llegar a ese objeto y muchos son los adultos que pareciéndolo no lo son, por que no han llegado al término del desarrollo, y aunque crecidos en tamaño, psicológicamente siguen teniendo con la sociedad en que están, vínculos de dependencia como aquellos propios de la relación del niño con el hogar, entre él y sus padres. La transformación, casi diría: metamorfosis de los vínculos, es tarea inherente y propia de la evolución y crecimiento del individuo, en la evolución de su personalidad. Cambios visibles algunos e invisibles otros, deben ocurrir para que cumpliéndose a cada paso el proceso de crecimiento, se pueda llegar hasta la plenitud.
Recordemos al niño en sus primeros días de nacido. ¡Cuan frágil es! ¡Cuántos cuidados necesita! Su alimentación a cortos intervalos, su aseo, el mantenimiento de su temperatura corporal, la necesidad de reposo y estímulos apropiados, etc. Al año de nacido ya han cambiado las cosas. Su alimentación es más variada; se ha ampliado su capacidad de distinguir más y mejor el mundo que lo rodea, captando la diferencia en la diversidad de estímulos; su disposición a la marcha, su capacidad de agarrar las cosas, su afán explorativo, requiere más atención, por los riesgos que lleva cada nueva experiencia. 
¡A los dos y tres años ha de haberse resuelto el problema del conveniente acondicionamiento para vivir en la sociedad! No habría nacido la sociedad si no fuera posible la regulación y control de los esfínteres, y con ello el control de ciertas necesidades humanas que exigen disciplina y postergación. Bien sabemos cómo es imposible convivir con algunos niños mongoloides, quienes por la gravedad de su trastorno no aprenden a ser aseados. 
En la adolescencia, tampoco son capaces del control deseado de otros reflejos, para vivir adaptadamente en sociedad. No son educables. Para que un niño dé ese paso hacia sus controles en el segundo año de su vida, y pueda continuar su adaptación al medio social familiar, ¡Cuántas transformaciones invisibles! En lo íntimo de sus tejidos han debido ocurrir. Funciones completas han debido nacer; estructuras funcionales que tienen el valor a veces de un órgano verdadero. Cuanto esfuerzo de la naturaleza para lograr la evolución de un individuo! Y después viene el lenguaje: La creación simultánea de un mundo de conceptos ideales de la realidad de los objetos, colores y formas; a las cuales están las palabras y las ideas íntimamente ligadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario