lunes, 29 de octubre de 2012

Al aire libre - III

Tenemos que salir frecuentemente al campo, para fortalecer la salud del cuerpo y del espíritu, como jefes o como simples scouts. El aspecto de esta enseñanza que mayor entusiasmo despierta en los muchachos es la vida de campamento, que ofrece al Jefe de Tropa la mejor oportunidad para el desarrollo de su labor constructiva. El campamento cautiva la imaginación de la juventud, por los numerosos detalles interesantes de la vida campestre, tales como la improvisación de comidas, los juegos en el bosque o en los eriales, la práctica del rastreo, la exploración, el empleo de vencer obstáculos, las alegres canciones al calor de una hoguera, etc.
Es preciso tener a nuestra disposición algún espacio al aire libre; terreno que sea nuestro, preferiblemente por tiempo ilimitado, y que sea de fácil acceso para los scouts. Además, a medida que la ensefianza del Escultismo vaya progresando, los terrenos de campamento deben formar parte integrante de cada centro. Esos campos podrán emplearse como centros de adiestramiento para los dirigentes del Escultismo, donde éstos tengan la oportunidad de recibir adiestramiento en el arte de acampar, así como adquirir el espíritu de fraternidad que surge de una vida en contacto directo con la naturaleza. Ya se han establecido muchos, con ese propósito, y para que los scouts puedan emplearlos como campamento. De modo que su gran utilidad se ha demostrado; pero debemos adquirir más terreno, antes de que las tierras adyacentes a nuestras poblaciones se hayan dedicado a fines de urbanización. 
Y recordemos que "vida de campamento" es algo muy distinto a "vivir bajo carpa." Por ejemplo, hace algún tiempo, a mí se me mostró cierto campamento para niños de escuela, en el cual había tiendas de campaña perfectamente levantadas y alineadas, con un gran toldo para comedor y una cómoda carpa para cocina. Además, había senderos pavimentados y casetas de baño construidas de madera. Un contratista lo había planeado y construido todo admirablemente bien. El funcionario organizador pagó cierta suma de dinero, y todo se hizo muy bien, en esa forma. Desde el punto de vista mercantil, fué una transacción sencilla y satisfactoria. Allí los niños podrían vivir bajo carpa muy cómodamente. Pero aquello no podía llamarse acampar. Vivir en tiendas de campaña es algo muy diferente a lo que nosotros llamamos acampar. Cualquier pollino puede vivir bajo un toldo donde no sea más que parte integrante de una recua, y donde reciba cuanto necesite sin hacer el menor esfuerzo para obtenerlo por sí mismo. Los beneficios que una temporada en un sitio como ése ha de proporcionar no valen la pena de que los muchachos salgan de sus hogares.

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