lunes, 1 de octubre de 2012

Caballerosidad y probidad

El Código de Honor de los caballeros medievales fué la base de las normas de conducta de todos los caballeros desde 500 años. D. J., cuando el Rey Arturo redactó en la Tabla Redonda el canon de sus caballeros.
El romanticismo de los caballeros atrae a todo muchacho y estimula su sentido moral. Su Código de Caballerosidad abarca el honor, auto disciplina, cortesía, valor, abnegación en el cumplimiento del deber y orientación religiosa.

Estas normas, según fueron publicadas en tiempos de Enrique VII, son las siguientes:
1.   Nunca deberán quitarse sus armaduras, excepto para dormir;
2.   Buscarán la aventura para alcanzar "brillo y renombre";
3.   Defenderán al débil y al desvalido;
4.   En una querella, apoyarán al que tenga la razón y solicite ayuda;
5.   No deberán ofenderse entre sí;
6.   Lucharán por la defensa y bienestar de su país;
7.   Trabajarán por honor antes que por lucro;
8.   No romperán nunca una promesa por ninguna razón;
9.   Se sacrificarán por el honor de su patria;
10.  "Preferirán morir con honor a escaparse y vivir en la infamia."
El ideal de los caballeros y el principio de rectitud en las acciones son, por sobre todo, lo primero que debe inculcarse en los muchachos para guiarlos por el limpio sendero de la justicia que debe
formar parte de su carácter, si es que desean llegar a ser buenos ciudadanos. El hábito de ver las cosas desde el punto de vista de otro puede desarrollarse en los juegos al aire libre, para los cuales es esencial la imparcialidad.
Durante el juego se observan reglas estrictas que implican dominio de sí mismo y buen humor de parte de los jugadores, y al fin de la justa, lo correcto es que el victorioso muestre hidalguía hacia el vencido, y que éste sea el primero en felicitar al vencedor.
Esto debería practicarse hasta convertirlo en hábito. Otra gran ayuda, para fomentar entre los muchachos el sentido de la justicia, es la práctica de debates sobre asuntos que les interesen y en los cuales dos bandos argumenten, lo cual sirve para hacerles comprender que todo asunto importante tiene dos aspectos, y que no hay que dejarse llevar por la elocuencia de un orador antes de haber oído la contraparte, para entonces pesar la justicia que asiste a ambos litigantes antes de dictar el fallo. Una medida práctica para garantizar esto es que la votación no se haga levantando las manos, porque los muchachos timoratos o desatentos votan siguiendo a la mayoría.
 Cada cual debe entregar su voto ("Si" o "No") anotado en una hoja de papel. Esto da al muchacho ocasión de juzgar, con su propio criterio, después de aquilatar ambos aspectos del asunto.
De la misma manera, los juicios ficticios o el arbitraje de litigios, si se efectúan seriamente siguiendo las prácticas de un tribunal auténtico, son de gran valor para dar a los muchachos la idea de justicia y rectitud en sus acciones, y también proporcionarles nociones de su proceder cuando más tarde puedan llegar a ser jurados o testigos de algún juicio verdadero.
La Corte de Honor de la Tropa es otro paso encaminado hacia ese fin y teniendo a los muchachos como miembros de ella (una responsabilidad real) la seriedad de sus puntos de vista se arraiga más profundamente en ellos, fomentándoles el deseo de analizar cuidadosamente la decisión que deben tomar en un argumento. Así es como, usando su juicio con el fin de enseñar rectitud, abnegación y sentido de obligación para con los demás, el Jefe de Tropa puede aprovechar grandes oportunidades para educar a sus muchachos, ya sea bajo techo o al aire libre.
A pesar de que sólo la he abordado someramente, creo que -de todas las materias que nos ocupan- ésta es la más importante para formar hombres con criterio propio y alto sentido de ciudadanía.

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