Muchas personas recomiendan enfáticamente un ejercicio sistemático y la rigurosidad militar como
el método más adecuado para conseguir el desarrollo físico de la juventud. Personalmente, tengo
mucha experiencia en eso, y opino que si se obliga a una persona joven a hacer ejercicio, por una
hora semanalmente, con el propósito de conseguir su fortalecimiento físico, los resultados dejarán
mucho que desear.
El entrenamiento a que se somete a un soldado, día tras día, durante meses y meses,
indudablemente produce un desarrollo físico admirable. Pero, los instructores militares, que son
peritos eficientes, tienen a los reclutas constantemente bajo su vigilancia, sujetos a una estricta
disciplina; y a pesar de ello, esos instructores expertos cometen errores, de vez en cuando: las
afecciones cardíacas y otras dolencias provienen frecuentemente de tales métodos, hasta en
hombres fuertes que han entrado ya en la plenitud de la vida.
Más aún, el ejercicio en esa forma pertenece a la categoría de la instrucción. Es algo que tiene todo
el aspecto de lo compulsivo y rigurosamente doctrinario.
En ninguna forma debe considerarse
como procedimiento educativo bajo el cual los muchachos puedan aprender por sí solos,
enseñándose a sí mismos.
Tratándose de los scouts, yo he indicado con frecuencia que esa clase de adiestramiento no debe
emplearse mucho. Fuera de las objeciones que algunos padres de familia expresan con respecto al
militarismo, dicho sistema nos desagrada por otros motivos, además de los mencionados.
Uno de
ellos es que un director deficiente no puede interpretar el propósito fundamental del Escultismo (es
decir, el desarrollo espontáneo del individuo) y careciendo de originalidad para enseñarlo, aunque
lo interpretase, recurre al ejercicio rutinario de la milicia, como medio fácil con que se le hace
posible dar a sus muchachos alguna forma de buena presencia superficial, para que produzcan
buena impresión en cualquier desfile.
Pero también hay Jefes de Tropa que se dejan llevar demasiado lejos hacia el extremo contrario, y
permiten que sus muchachos incurran en el error de presentarse desaliñados en todas partes,
como si carecieran de disciplina en absoluto, la cual es peor que lo antedicho. Lo apropiado es
adoptar un término medio, es decir: darles instrucción suficiente para mostrarles cuál debe ser su
conducta, e inspirarles un compañerismo sincero que los estimule a enaltecerse, y a conducirse
como hombres que saben mantener en alto el prestigio de su Tropa. Para conseguir esto, será
necesario el ejercicio sistemático a intervalos, pero en una forma que no menoscabe la clase de
adiestramiento que se considera más apropiado para scouts.
Todo el ejercicio que se requiere para que nuestros muchachos tomen la actitud debida, y
conseguir que adopten el porte varonil, puede limitarse a varios minutos de gimnasia silenciosa o
algún juego sencillo, al principio de cada reunión.
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